¿Héroe o villano? Documental sobre expresidente militar causa furor en Perú
Su gobierno terminó hace 44 años, pero el expresidente Juan Velasco Alvarado (1968-1975) aún divide a Perú entre quienes ven en él al héroe que liberó de la semiesclavitud a los campesinos de las grandes haciendas peruanas o a un dictador resentido con la oligarquía a las que expropió sus tierras.
Un debate que en las últimas semanas saltó a las salas de cine con el documental «La revolución y la tierra», del joven cineasta Gonzalo Benavente, que se ha convertido en el más visto en su género en la historia del país andino por ocuparse «de una narrativa alternativa a la ‘oficial’» del que fue el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado.
«Si bien existen investigaciones muy importantes que hemos tomado para hacer la película, estas no habían trascendido a productos culturales», explicó a Efe Benavente sobre lo que lo motivó a hacer un filme sobre las reformas planteadas por Velasco.
Por ello, aseguró, tanto él y su equipo se tomaron un año entero en documentación e investigación sobre el periodo de tiempo que abarca el antes, durante y después del gobierno militar dictatorial del general Velasco.
«Hicimos un balance entre la responsabilidad que teníamos de contar algo tan importante para tanta gente, por primera vez en mucho tiempo, y tratar de narrar una historia de la mejor manera posible», agregó el cineasta.
MÁS QUE UNA REFORMA AGRARIA
El 24 de junio de 1969, Velasco Alvarado promulgó la ley de reforma agraria más importante de la historia de Perú, cuyo discurso quedó en la memoria de miles de peruanos que ahora bordean los 60 años porque «era la primera vez que el Estado le hablaba de manera directa al campesino», explicó a Efe la comunicadora y antropóloga Carla Colona.
«Cuando dice ‘¡Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza!’, el Estado le habla a una persona que no tenía ni alma ni poder porque trabajaban en un régimen de semiesclavitud. Era como si le dijeran a las hormigas ‘de ahora en adelante ustedes también son ciudadanos’», agregó Colona sobre el enorme cambio social que significó la reforma agraria.
Ésta contempló la eliminación tanto de latifundios como de minifundios para forzar la creación de cooperativas agrarias, para lo cual se determinó la expropiación de tierras a sus entonces dueños, para después pasar a redistribuirlas a los campesinos que las trabajaban, hasta la fecha explotados por sus patrones.
Si bien la medida fue calificada de extrema en ese entonces por los dueños de las haciendas, sus predios fueron recompensados por el Estado con bonos que fueron trasladados por muchos de ellos a nuevos negocios en las ciudades.
Otros que no capitalizaron entonces sus bonos aún mantienen litigios con el Estado peruano y reclaman el pago de los mismos ajustados sin las consecuencias de la hiperinflación de los años 80, que los llevó a perder enormemente su valor nominal.
LA VERDAD EN DISPUTA
Con documentales y películas de ficción de los años 60, previos al gobierno militar de Velasco Alvarado, inicia «La revolución y la tierra», de 110 minutos.
Las imágenes históricas recogidas en el documental sitúan al espectador en la realidad que vivían cientos de miles de campesinos en los años previos a la reforma agraria de Velasco y narra las humillaciones y vejámenes a los que eran sometidos por sus patrones.
«Parece España del siglo XVIII, pero es Perú en el siglo XX», se escucha en la narración en off de uno de los documentos audiovisuales recogidos para el filme de Benavente.
Una parte de la historia que, según apuntó Benavente, «no formaba parte de la narrativa hegemónica que se ha instalado en el imaginario peruano».
«Era más común escuchar en los patios de colegios de clase media alta ‘a mi abuelo lo expropió Velasco’ que otras versiones positivas del gobierno de Velasco, porque quienes lo entendían como positivo se cuidaban de que no los escucharan porque era como peligroso», agrega el cineasta.
En ese sentido, en Perú dar una mirada positiva de ese gobierno, que dio mayores derechos a las poblaciones campesinas, ha sido asociada por décadas al comunismo e incluso al terrorismo.
Algo curioso si se recuerda que Velasco no fue apoyado por la izquierda marxista peruana en su momento, por lo que no se lo leyó particularmente como un presidente de izquierda.
«Velasco no era de izquierda. Encaja más en lo que se está gritando hoy en las calles de Chile o en Haití. Era de abajo, e iba con un discurso como el de Chile: ‘somos de abajo y vamos por los de arriba, quienes nos han robado, nos han explotado’», explicó Colona.
Así, el documental también ha tenido detractores, como el columnista conservador Aldo Mariátegui, quien lamentó que el filme «deja casi lindo a Velasco», la «versión local de Hugo Chávez».
Mario Vargas Llosa es otro de los críticos históricos del gobierno de Velasco y sus medidas económicas.
Sin embargo, la película ha conectado profundamente en los más de 70.000 peruanos que han ido a verla.
«La gente aplaude cuando acaba la película. Ahí te das cuenta de que hay mucha gente a la que se le ha negado contar su historia», agregó Benavente.
La gente también llora en las salas y reconoce a la historia de los suyos en pantalla. «Toca una fibra y un dolor todavía presente porque si bien han habido avances sociales a partir de las reformas de Velasco, el racismo y el clasismo no han desaparecido todavía en Perú, y el sistema de esclavitud no es el brutal y despiadado, pero persiste como uno sutil».EFE