Artistas nicaragüenses promueven el arte y la cultura en barrios de Managua

Managua, 24 mar (EFE).- Cae la noche en Managua. Un par de muchachos ejecutan magistralmente los tambores que invitan a mover los pies y las caderas. La española Marta Rivas atiende a esa invitación y, junto con una decena de mujeres, se deja envolver por la percusión y se entrega por completo a la danza africana. Se mueve como liberándose de 1.000 demonios, mientras las perlas de sudor van adornando todo su cuerpo.

Rivas es parte de las artistas acogidas por Casa Camaleón, un espacio cultural creado hace un año por Francisco Romero y Claudia Cortez, de 34 y 36 años, respectivamente, una pareja de diseñadores para quienes el arte ha estado presente la mayor parte de su vida.

Esa casa cultural, que surgió en el marco de la crisis social, política y de derechos humanos que vive Nicaragua desde abril de 2018, y también sanitaria por la pandemia de la covid-19, ofrece una alternativa de arte y entretenimiento liberador.

«Casa Camaleón es un proyecto familiar que se ha venido transformando y que debe su nombre a esa metamorfosis», explicó Romero.

En ese lugar, afirmó, han desarrollado proyectos como talleres de serigrafías para niños, danza africana, y la elaboración de artesanías con productos reciclados como tapas de botellas de plásticos, con las que hacen aretes de colores vistosos y diseños bajo la marca «Chapas Tapas».

ESPACIOS CULTURALES COMO AGENTES DE CAMBIO

El espacio surge por la necesidad de «crear comunidad, de ser agentes de cambio, el construir algo para bien, para la sociedad, para las futuras generaciones», dijo a Efe Cortez, quien juntó su talento con el de su pareja para «plasmarlos en un solo lugar y atraer gente», compartir los saberes y «aprender de los saberes de otros».

«Empezamos en el 2020 con una feria en la que invitamos a narradores orales, artistas circenses, malabaristas, músicos, DJ, cantautoras, teatristas y artistas plásticos», detalló Romero.

En Casa Camaleón también se realiza cada dos meses una feria de trueque, en donde artistas y emprendedores intercambian productos y servicios como una manera sobrevivir y de alguna manera dinamizar la economía, que se ha contraído desde 2018.

En tanto, la española Rivas, de 38 años, quien se autodefine como «compartidora» y no como instructora de danza africana, indicó que en esos espacios culturales, como Casa Camaleón, se siente la calidez humana y que las actividades representan «un escape en donde la gente suelta por un momento los problemas que le aquejan, ya sea por la situación política o sanitaria».

BUSCAN HACER «UN MUNDO DIFERENTE»

En Managua hay otros espacios culturales, que al igual que Casa Camaleón, orientan sus esfuerzos a promover el arte y la cultura de manera auto gestionada, es decir con recursos propios.

Uno de ellos es La Colinita, ubicado sobre una loma completamente arborizada en donde los visitantes disfrutan de una hermosa vista de Managua y una agradable brisa, y que acogió a Radio Pirata, una emisora que cobró notoriedad a comienzos de la década de los años de 1990 entre los jóvenes, sobre todo entre quienes gustaban del rock alternativo y pesado.

Actualmente, La Colinita está en vías de convertirse en un centro cultural, administrado por ocho artistas, quienes concibieron el proyecto como una oportunidad para generar ingresos a partir de la venta de sus productos, y como respuesta ante la crisis económica que atraviesa el país.

Además, «nuestra aspiración es convertirnos en un centro cultural, pero para eso se necesita mucha plata (dinero)», dijo una de las coordinadoras del local, la actriz y narradora oral Kenya Martínez, de 28 años.

«Por ahora queremos compartir con las personas un espacio diferente en Managua rodeado de naturaleza, en donde pueden encontrar diversos productos y donde los artistas puedan presentarse», puntualizó.

Para Martínez, fundadora de «República de Pájaros», una iniciativa de narración oral y teatro de títeres, con el que ha estado en contacto desde sus 13 años, «es súper tuani (bueno)» promover el arte. «Esta es una forma de hacer el mundo diferente, aunque sea el mío, el de mis compañeros y el de las personas que vienen a las actividades», dijo.

Tanto Martínez como Cortez y Romero coinciden en que promover el arte en Nicaragua no es tarea fácil, sobre todo porque no cuentan con ningún tipo de apoyo económico del Gobierno, del sector privado u otra fuente.

Pero eso no los detiene, porque por sus venas corre sangre artística que los compromete a seguir promoviendo la cultura y llevarla a los diferentes barrios de Managua, aún en medio de la crisis. EFE (I)

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